Aun puedo verles en esa pantalla primitiva que nuestro cerebro produce, a unos ocho centimetros delante de mis ojos, miniaturizados por el tiempo y la distancia, desdibujados por las interferencias visuales, cada figura como una cinta roja que danzara en el aire. Todos ellos se cuentan entre aquellas personas a las que he intentado conocer dos veces, la segunda de ellas en el recuerdo y el lenguaje. A traves de ellas, yo mismo. Son aquellos en lo que yo me he convertido, a traves de procesos que no comprendo pero que creo que corresponden a una certeza absoluta, a una segunda vida tanto para mi como para ellos