El rostro del enano era tan feo y estaba tan inmovil como siempre; no reflejaba nada de sus pensamientos. Precisamente estaba pensando en su perrito ahogado, Fino, y en el papagayo a quien habian retorcido el cuello, y se le ocurrio que el, como todos los seres, asi animales como hombres, estaba permanentemente cerca de la mina, que en este mundo nada podemos prever ni saber como no sea la segura muerte. Pensaba en su padre, en la patria, y en toda su vida, y entonces una sonrisa burlona se extendio por su rostro, porque consideraba que casi siempre y en todas partes los sabios estan al servicio de los necios y que la vida de casi todos los hombres bien puede compararse a una mala comedia.