Incluso aunque nuestros hombres y sus generales distaban de ser los mismos que cuando el duque de Alba y Alejandro Farnesio, los soldados espanoles continuaron siendo por algun tiempo la pesadilla de Europa; los mismos que habian capturado a un rey frances en Pavia, vencido en San Quintin, saqueado Roma y Amberes, tomado Amiens y Ostende, matado diez mil enemigos en el asalto de Jemmigen, ocho mil en Maastrich y nueve mil en La Esclusa, peleando al arma blanca con el agua hasta la cintura. Eramos la ira de Dios.