--Vi a mi madre en su ataud--dijo por fin--. Las mujeres le habian trenzado el pelo para que tuviera un aspecto decoroso, pero mi padre no lo permitio. Queria verla por ultima vez tal como era para el. Fue personalmente al ataud, le deshizo las trenzas y extendio la cabellera con las manos, cubriendo la almohada. Hizo una pausa; su pulgar quedo inmovil. --Yo estaba alli, quieto en el rincon. Cuando todos salieron para recibir al cura me acerque sigilosamente. Era la primera vez que veia a una persona muerta.--Deje que mis dedos se cerraran sobre su antebrazo.-- Una manana mi madre me dio un beso en la frente; luego volvio a colocarme la horquilla que se me habia desprendido de mi pelo ensortijado y salio. Jamas volvi a verla. La velaron con el ataud cerrado. --?Era...ella? --No.--Contemplaba el fuego con los ojos entornados--. No del todo. Se le parecia, pero nada mas. Como si alguien la hubiera tallado en madera de abedul. Pero su pelo... eso aun tenia vida. Eso todavia era...ella. Lo oi tragar saliva y carraspear un poco. --La cabellera le cruzaba el pecho, cubriendo al nino que yacia con ella. Pense que a el no le gustaria sofocarse de ese modo. Y retire las guedejas rojas para dejarlo a la vista. Mi hermanito, acurrucado en sus brazos, con la cabeza en su seno, abrigado y en sombras bajo la cortina de pelo. Y enseguida pense que no, que estaria mas contento si lo dejaba asi. Y volvi a alisar la cabellera de mi madre para cubrirle la cabeza. Su pecho se elevo bajo mi mejilla. Deslizo lentamente las manos por mi pelo. --No tenia una sola cana, Sassenach. Ni una. Ellen Fraser habia muerto de parto a los treinta y ocho anos. Mi madre, a los treinta y dos. Y yo... yo tenia la riqueza de todos esos anos largos que ellas habian perdido. Y mas aun. --Para mi es un gozo ver como te tocan los anos, Sassenach--susurro--, pues significa que vives.