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A ratos, cuando se volvia para sacudir la ceniza del cigarrillo en un platito, yo aprovechaba para mirar de soslayo las unas rojas de sus pies, el brillo dorado de las pantorrillas afeitadas, el pronunciado empeine y, siempre, los senos turgentes y perfectamente redondeados. Me maravillaba que en este mundo hubiese hombres que habian tocado y besado aquellos senos mientras le hacian el amor. ?Que mas se le podia pedir a la vida despues de algo asi? ?Adonde se iba un hombre despues de haber alcanzado la cima del mundo? Solo con gran esfuerzo lograba apartar los ojos y posarlos en algun lugar seguro cuando ella se volvia de nuevo hacia mi.