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El corazon de la hembra es un laberinto de sutilezas que desafia la mente cerril del varon trapacero. Si quiere usted de verdad poseer a una mujer, tiene que pensar como ella, y lo primero es ganarse su alma. El resto, el dulce envoltorio mullido que le pierde a uno el sentido y la virtud, viene por anadidura.