Saltando vigorosamente de costado, Ignatius percibio que ascendia por su garganta un eructo, pero cuando abrio esperanzado la boca, solo emitio un leve soplido. Aun asi, los saltos tuvieron ciertos efectos fisiologicos. Ignatius acaricio la modesta ereccion que apuntaba en las sabanas. La atrapo con la mano y se quedo quieto intentando decidir que hacer. En esta posicion, con el camison rojo de franela alrededor del pecho y el vientre inmenso hundiendose en el colchon, penso con cierta tristeza que, tras dieciocho anos con aquella aficion, esta se habia convertido en solo un acto fisico, mecanico y repetitivo, desprovisto de los vuelos de la imaginacion y dela fantasia que habia sido capaz de conjurar en otros tiempos. En una ocasion, consiguio convertirlo casi en una forma artistica, practicando su aficion con la habilidad y el fervor de un artista y un filosofo, un erudito y un caballero. Aun habia ocultos por la habitacion varios accesorios que utilizara en otro tiempos: un guante de goma, un trozo de tela de un paraguas de seda, un tarro de Noxema. El guardarlos de nuevo una vez concluido todo, habia empezado ya a resultar demasiado deprimente.