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Lo que ocurre es que el hombre, volviendo a Freud y valga la metafora, se calienta como una bombilla: al rojo en un tris, y frio otra vez en un soplo. La hembra, sin embargo, y esto es ciencia pura, se calienta como una plancha, ?entiende usted? Poco a poco, a fuego lento, como la buena escudella. Pero eso si, cuando ha cogido calor, aquello no hay quien lo pare.