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"Cayetano tomo la mano de Sierva Maria y la puso sobre su corazon. Ella sintio dentro el fragor de su tormenta. <>, dijo el. Y sin darle tiempo al panico se libero de la materia turbia que le impedia vivir. Le confeso que no tenia un instante sin pensar en ella, que cuanto comia y bebia tenia el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como solo Dios tenia el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazon seria morirse con ella. Siguio hablandole sin mirarla, con la misma fluidez, y el calor con que recitaba, hasta tuvo la impresion de que Sierva Maria, se habia dormido. Pero estaba despierta, fijos en el sus ojos de cierva azorada. Apenas se atrevio a preguntar: