Todo el que lo ve recibe la impresion de un hombre sin sangre ardiente, roja, pulsante. Y, efectivamente, tambien en lo psiquico pertenece a la raza de los flematicos, de los temperamentos frios. No conoce pasiones recias, avasalladoras; no es arrastrado hacia las mujeres, ni hacia el juego; no bebe vino, no le tienta el despilfarro, no mueve sus musculos, no vive mas que en su estudio, entre documentos y papeles. Nunca se enfada visiblemente, nunca vibra un nervio de su cara. Solo una leve sonrisa, cortes, mordaz, se contraen esos labios afilados, anemicos; nunca se observa bajo esta mascara gris, terrosa, aparentemente desmadejada, una verdadera tension; nunca delatan los ojos, bajo los parpados pesados y orillados, su intencion, ni revela sus pensamientos con un gesto. Esta sangre fria, imperturbable, constituye la verdadera fuerza de Fouche.