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Ambos percibieron la piel del otro nunca antes tan precisa y cercana, la presion de sus manos, la intimidad de un contacto anhelado desde el comienzo de los tiempos. Los invadio un calor palpitante en los huesos, en las venas, en el alma, algo que no conocian o habian olvidado por completo, pues la memoria de la carne es fragil.