Con todos los diputados en el suelo, en efecto, acojonados y agazapados como conejos --no siempre Iberia pario leones-- excepto el dirigente comunista Santiago Carrillo (lo iban a fusilar seguro, y se fumo un pitillo sin molestarse en agachar la cabeza), el presidente Adolfo Suarez y el teniente general Gutierrez Mellado, que le echaron unos huevos enormes enfrentandose a los golpistas (Tejero cometio la vileza de querer zancadillear al viejo general, sin conseguirlo), todo estuvo en el alero hasta que el rey Juan Carlos, sus asesores y los altos mandos del Ejercito detuvieron el golpe, manteniendo la disciplina militar.