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Digo que asi lo otorgo --respondio don Quijote--, y asi podeis, senora, desde hoy mas, desechar la malenconia que os fatiga y hacer que cobre nuevos brios y fuerzas vuestra desmayada esperanza; que, con el ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os vereis presto restituida en vuestro reino y sentada en la silla de vuestro antiguo y grande estado, a pesar y a despecho de los follones que contradecirlo quisieren. Y manos a labor, que en la tardanza dicen que suele estar el peligro. La menesterosa doncella pugno, con mucha porfia, por besarle las manos, mas don Quijote, que en todo era comedido y cortes caballero, jamas lo consintio; antes, la hizo levantar y la abrazo con mucha cortesia y comedimiento, y mando a Sancho que requiriese las cinchas a Rocinante y le armase luego al punto. Sancho descolgo las armas, que, como trofeo, de un arbol estaban pendientes, y, requiriendo las cinchas, en un punto armo a su senor; el cual, viendose armado, dijo: -- Vamos de aqui, en el nombre de Dios, a favorecer esta gran senora