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Lo rememoro siempre que contemplo los payasos que pinto Rouault: esos pobres bufones que, al terminar su parte, en la soledad del carromato se quitan las lentejuelas y regresan a la opacidad de lo cotidiano, donde los ancianos sabemos que la vida es imperfecta, que las historias infantiles con Buenos y Malvados, Justicia e Injusticia, Verdad y Mentira, son finalmente nada mas que eso: inocentes suenos. La dura realidad es una desoladora confusion de herniosos ideales y torpes realizaciones, pero siempre habra algunos empecinados, heroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos del Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades.