Gustaba a napolitanos y sicilianos, mestizos tambien ellos, no por error de una madre pelleja sino por historia de generaciones, nacidos de cruces de levantinos desleales, arabes sudorientos y ostrogodos degenerados, que tomaron lo peor de cada uno de sus hibridos antepasados: de los sarracenos, la indolencia; de los suabos, la ferocidad; de los griegos, la infructuosidad y el gusto de perderse en charlas con tal de dividir un pelo en cuatro.