Acercaos a Dios, y el se acercara a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble animo, purificad vuestros corazones. Afligios, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. SANTIAGO 4.8-9 <> (Santiago 4.9). Santiago hace este llamado al lamento, el dolor y las lagrimas por nuestros pecados. Describe la angustia que debemos sentir cuando nos damos cuenta de nuestra propia miseria como pecadores. Quiza el mejor ejemplo del Nuevo Testamento de esto es el publicano que Jesus se describe en una parabola donde el publicano fue al templo a orar. Al sentir su indignidad pecaminosa, no se atrevio siquiera a entrar al templo, sino que <> (Lucas 18.13). El tipo de miseria que nos hace lamentar nuestra propia maldad es una condicion necesaria para la verdadera bendicion. Jesus le contrasta con un fariseo cuya oracion expresaba cuan bueno y superior se sentia al compararse con otros. El fariseo perdio la bendicion a causa de su presuncion y orgullo. El publicano, en cambio, encontro la bendicion mientras estaba en la agonia de su propia miseria. El lamento al que llama Santiago no es el caracteristico de la depresion que sienten las personas cuando no estan satisfechas con su suerte en la vida. No tiene nada que ver con el abatimiento de la autocompasion o la falta de satisfaccion que sienten los que piensan que la vida ha sido injusta con ellos. Es un sufrimiento que se deriva de un verdadero sentido de la propia culpa y el reconocimiento de que, porque somos pecadores, no somos merecedores de la bendicion divina. Es el grito del corazon que sabe que ha ofendido a la justicia de Dios y no tiene esperanza aparte de la misericordia de Dios.