"Los directores de este tipo gritaban y maldecian a las orquestas, montaban escenas, amenazaban con despedir al clarinete principal por llegar tarde. Y la orquesta, obligada a aguantarlo, replicaba contando cosas a espaldas del director, historias que lo definian como un "autentico personaje". Despues llegaban a creer lo que creia este emperador de la batuta: que solo tocaban bien porque los estaban azotando. Se apelotonaban en un rebano masoquista, de vez en cuando soltaban un comentario ironico entre si, pero esencialmente admiraban a su guia por su nobleza y su idealismo, por la meta que se habia propuesto y su capacidad de vision, mas amplia que la de quienes se limitaban a raspar y soplar delante de sus atriles. Por muy aspero que pudiese ser por necesidad cada cierto tiempo, el maestro era un gran dirigente al que debian seguir. Ahora, ?quien continuaria negando que una orquesta era un microcosmos de la sociedad?" --