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Llego la tarde, partieronse de aquel lugar, y a obra de media legua se apartaban dos caminos diferentes, el uno que guiaba a la aldea de don Quijote, y el otro el que habia de llevar don Alvaro. En este poco espacio le conto don Quijote la desgracia de su vencimiento y el encanto y el remedio de Dulcinea, que todo puso en nueva admiracion a don Alvaro, el cual, abrazando a don Quijote y a Sancho, siguio su camino, y don Quijote el suyo, que aquella noche la paso entre otros arboles, por dar lugar a Sancho de cumplir su penitencia, que la cumplio del mismo modo que la pasada noche, a costa de las cortezas de las hayas, harto mas que de sus espaldas, que las guardo tanto, que no pudieran quitar los azotes una mosca, aunque la tuviera encima.