Amaranta, en cambio, cuya dureza de corazon la espantaba, cuya concentrada amargura la amargaba, se le esclarecio en el ultimo examen como la mujer mas tierna que habia existido jamas, y comprendio con una lastimosa clarividencia que las injustas torturas a que habia sometido a Pietro Crespi no eran dictadas por una voluntad de venganza, como todo el mundo creia, ni el lento martirio con que frustro la vida del coronel Gerinaldo Marquez habia sido determinado por la mala hiel de su amargura, como todo el mundo creia, sino que ambas acciones habian sido una lucha a muerte entre un amor sin medidas y una cobardia invencible, y habia triunfado finalmente el miedo irracional que Amaranta le tuvo siempre a su propio y atormentado corazon.