Lo que es particularmente interesante acerca de la determinacion de Pablo de tener el solo proposito de predicar el evangelio no diluido es su admision inmediata de que luchaba con los mismos sentimientos de aprension e intimidacion que todos nosotros experimentamos ante nuestro deber de proclamar el evangelio. Al reflexionar sobre su temprano ministerio en Corinto, Pablo lo caracterizo de esta manera: <> (1 Corintios 2.3).