En las dos ultimas horas de su vida no logro entender por que habia desaparecido el miedo que lo atormento desde la infancia. Impasible, sin preocuparse siquiera por demostrar su reciente valor, escucho los interminables cargos de la acusacion. Pensaba en Ursula, que a esa hora debia estar bajo el castano tomando el cafe con Jose Arcadio Buendia. Pensaba en su hija de ocho meses, que aun no tenia nombre, y en el que iba a nacer en agosto, Pensaba en Santa Sofia de la Piedad, a quien la noche anterior dejo salando un venado para el almuerzo del sabado, y anoro su cabello chorreado sobre los hombros y sus pestanas que parecian artificiales. Pensaba en su gente sin sentimentalismos, en un severo ajuste de cuentas con la vida, empezando a comprender cuanto queria en realidad a las personas que mas habia odiado.