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En su lugar, levantaria yo mi altar con la imagen de Beatrice; y, al consagrarme a ella, me consagraria al mundo del espiritu y a los dioses. La parte de vida que arrebataba a las fuerzas del mal, la sacrificaba a las de la luz. Mi meta no era el placer, sino la pureza; no la felicidad, sino la belleza y el espiritu.