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Lo esperaba despierto hasta el amanecer, en la cama solitaria que parecia tener una estera de brasas, y seguian hablando sin sueno hasta la hora de levantarse, de modo que muy pronto padecieron ambos la misma somnolencia, sintieron el mismo desprecio por la alquimia y la sabiduria de su padre, y se refugiaron en la soledad.