-- Anda, hijo --replico don Quijote--, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. !Dichoso tu sobre todos los escuderos del mundo! Ten memoria, y no se te pase della como te recibe: si muda las colores el tiempo que la estuvieres dando mi embajada; si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe en la almohada, si acaso la hallas sentada en el estrado rico de su autoridad; y si esta en pie, mirala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en aspera, de aceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no este desordenado; finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos; porque si tu me los relatares como ellos fueron, sacare yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazon acerca de lo que al fecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certisimos correos que traen las nuevas de lo que alla en lo interior del alma pasa. Ve, amigo, y guiete otra mejor ventura que la mia, y vuelvate otro mejor suceso del que yo quedo temiendo y esperando en esta amarga soledad en que me dejas.