Habiamos dormido en casas campesinas, humildes, sintiendo el roce de la piedra al lado de la almohada, el correteo de los ratones, el extrano crujir de las camas transportando suspiros desde los cuartos matrimoniales, los pasos balbucientes de un anciano y el sonido de caracola del orinal en la noche, el sauco en lucha contra el viento en la ventana, el ir y el venir de las contrasenas centinelas de los perros.