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Escribio su nombre y contemplo como la tinta se secaba poco a poco. El placer de la pagina en blanco, que al principio siempre olia a misterio y a promesa, se desvanecio por ensalmo. Tan pronto como uno empezaba a colocar las primeras palabras comprobaba que en la escritura, como en la vida, la distancia entre intenciones y resultados iba pareja con la inocencia con que se acometian unas y se aceptaban los otros.