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Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo habia visto a esta muchacha y habia creido ingenuamente que venia por otro tunel paralelo al mio, cuando en realidad pertenecia al ancho mundo, al mundo sin limites de los que no viven en tuneles; y quiza se habia acercado por curiosidad a una de mis extranas ventanas y habia entrevisto el espectaculo de mi insalvable soledad, o le habia intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivia afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegria y frivolidad. Y a veces sucedia que cuando yo pasaba frente a una de mis ventanas ella estaba esperandome muda y ansiosa (?por que esperandome? ?y por que muda y ansiosa?); pero a veces sucedia que ella no llegaba a tiempo o se olvidaba de este pobre ser encajonado, y entonces yo, con la cara apretada contra el muro de vidrio, la veia a lo lejos sonreir o bailar despreocupadamente o, lo que era peor, no la veia en absoluto y la imaginaba en lugares inaccesibles o torpes. Y entonces sentia que mi destino era infinitamente mas solitario que lo que habia imaginado.