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Y ya, en esto, se venia a mas andar el alba, alegre y risuena: las florecillas de los campos se descollaban y erguian, y los liquidos cristales de los arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los rios que los esperaban. La tierra alegre, el cielo claro, el aire limpio, la luz serena, cada uno por si y todos juntos, daban manifiestas senales que el dia, que al aurora venia pisando las faldas, habia de ser sereno y claro.