Se ha argumentado a menudo que teologos, moralistas, comisarios politicos e intolerantes y fanaticos de todos los signos han recelado siempre de la novela, y siguen haciendolo, por la misma razon por la que todas las dictaduras y sistemas totalitarios han procurado prohibirla o mantenerla bajo control: porque no hay novela digna de tal nombre que no entrane un gesto de insumision, una forma de rebeldia o protesta o desobediencia, una impugnacion de la realidad, en la medida en que, a traves de la ficcion, la novela postula una realidad distinta a la de la experiencia diaria, no sometida a las constricciones e imperativos de esta; todo lo anterior me parece valido, pero yo anadiria que los recelos y deseos de prohibicion y de control que a lo largo de su historia han perseguido a la novela no guardan solo relacion con ello, sino tambien (y quiza principalmente) con el hecho de que las ambiguedades, ironias, equivocos y certezas huidizas y contradictorias que constituyen el nervio de las novelas --y en especial de las novelas del punto ciego, que son las que giran por completo en torno a ellas-- irritan y desconciertan a los dogmaticos, los sublevan porque sienten o intuyen con razon que representan una ofensiva en toda regla contra las certidumbres sin fisuras y las verdades eternas con las que se sostienen. Antes