Apenas habia el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequenos y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habian saludado con dulce y meliflua armonia la venida de la rosada aurora que dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero D. Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subio sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzo a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel.