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Es terrible aprender de nino que uno es algo separado del resto del mundo, que nada ni nadie sufre con nosotros cuando nos escaldamos la lengua o nos hacemos un rasguno en una rodilla, que nuestros males y dolores son solo nuestros. Aun mas terrible, a medida que crecemos, es aprender que nadie, por muy querido que sea, podra nunca comprendernos de verdad. Nuestro propio yo nos hace profundamente infelices, y esa es la razon por la cual estamos tan ansiosos de perderlo.