Feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente. Es misogino sugerir lo contrario. Por desgracia, las mujeres han aprendido a avergonzarse y disculparse de los intereses que tradicionalmente se consideran femeninos, tales como la moda y el maquillaje. Pero nuestra sociedad no espera que los hombres se averguencen de los intereses que tradicionalmente se consideran masculinos: los coches deportivos, ciertos deportes profesionales. De igual modo, el cuidado personal masculino no despierta las mismas sospechas que el femenino: a un hombre bien vestido no le preocupa que, por el hecho de vestir elegante, se deriven determinadas presunciones sobre su inteligencia, capacidad o seriedad. Una mujer, por otro lado, siempre es consciente de como un pintalabios llamativo o un conjunto de ropa meditado puede inducir a que la consideren frivola.