El ardor de ese beso no los abandono en muchos dias y lleno de fantasmas delicados sus noches, dejando su recuerdo en la piel, como una quemadura. La alegria de ese encuentro los transportaba levitando por la calle, los impulsaba a reir sin causa aparente, los despertaba sobresaltados en la mitad de un sueno. Se tocaban los labios con las puntas de los dedos y evocaban exactamente la forma de la boca del otro.