!Pobres criaturas! Si se yerra al amarlas, no puede uno menos de compadecerlas. Compadeceis al ciego que no ha visto jamas los rayos del sol, al sordo que no ha oido jamas los acordes de la naturaleza, al mudo que jamas ha podido emitir la voz de su alma, y con un falso pretexto de pudor, no quereis compadecer esa ceguera del corazon, esa sordera del alma, esa mudez de la conciencia que enloquecen a la infeliz afligida y que la hacen, a despecho suyo, incapaz de ver el bien, de oir al Senor, de hablar la lengua pura del amor y de la fe.