Reian, alardeaban, se alegraban por el aguardiente y el cafe que beberian, cantaban, maldecian. Ninguno vio la belleza del bosque nevado, ni el brillo de la alta meseta, ni la luna roja que colgaba sobre el Chasseral y cuya luz debil se reflejaba en los canos de las escopetas, en los cristales de nieve y en los ojos quebrados del lobo muerto.