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escogella. Y, asi como la vibora no merece ser culpada por la ponzona que tiene, puesto que con ella mata, por habersela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni el quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca.