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Pero Cavalcanti se volvio hacia ellos, guino los ojos, inflo la mejilla con la lengua, e hizo oir un sonido con los labios, que equivale a mil signos de inteligencia entre los bandidos y les obliga a callarse. Aquel signo masonico lo aprendio de Caderousse. Reconocieron en seguida a uno de los suyos.