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Una tarde, cuando todos dormian la siesta, no resisito mas y fue a su dormitorio. Lo encontro en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que habia colgadio de de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresiono tanto su enorme desnudez tarabiscoteada que sintio el impulso de retroceder. <>, se excuso. <> pero apago la voz para no despertar a nadie. <>, dijo el. Rebeca obedecio. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le fromaban nudos en las tripas, mientras Jose Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando: <> Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclonica asombrosamente regulada la levanto por la cintura y la despojo de su intimidad con tres zarpazos, y la descuartizo como a un pajarito. Alcanzo a dar gracias a Dios por haber nacido, antes de perder la conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbio como un papel secante la explosion de su sangre.