A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfeccion y el dolor que causa su fealdad, antes que aniquilar la fantasmagoria con un acto de propia voluntad. Y suele resultar, tambien, que cuando hemos llegado hasta ese borde de la desesperacion que precede al suicidio, por haber agotado el inventario de todo lo que es malo y haber llegado al punto en que el mal es insuperable, cualquier elemento bueno, por pequeno que sea, adquiere un desproporcionado valor, termina por hacerse decisivo y nos aferramos a el como nos agarrariamos desesperadamente de cualquier hierba ante el peligro de rodar en un abismo.