Pero cuanto mas conciencia tomaba Emma de su amor, mas lo reprimia para que no se notara y para que disminuyese. Le hubiera gustado que Leon lo adivinara; e imaginaba casualidades, catastrofes que hubieran propiciado tal circunstancia. Lo que sin duda la retenia era la pereza o el miedo, y tambien el pudor. Pensaba que habia ido demasiado lejos en su rechazo, que ya no era tiempo, que todo estaba perdido. Pero luego, el orgullo, la satisfaccion de decirse a si misma: <> y de contemplarse en el espejo con talante resignado, la consolaba en cierto modo del sacrificio que creia estar haciendo.