Al rozar sus labios, entendi que el esfuerzo valia la pena. El dolor. Quitarme el chubasquero. Dejar pasar al miedo. Sentir. Sentir. Sentir. Vi ante mis ojos como las emociones se equilibraban con picos y bajadas cruzandose, porque si la tristeza no existiese, nadie se habria tomado nunca la molestia de inventar la palabra <>. Y besarlo habia sido eso. Una chispa de felicidad, de las que prenden y explotan como un castillo de fuegos artificiales. Habia sido un cosquilleo en el estomago. El sabor de esa noche estrellada en los labios. El olor del mar impregnado en su piel. Sus dedos asperos contra mi mejilla. Su mirada desnudandome por dentro. El. De nuevo el. Siempre el.