[...]Diego, quien sigue ocupado de hacer justicia, en parte por buen corazon, pero mas que nada porque le encanta vestirse de Zorro y correr aventuras de capa y espada. No menciono pistolas porque pronto abandono su uso; considera que las armas de fuego, ademas de ser imprecisas, no son dignas de un valiente. Para batirse solo necesita a Justina, la espada a la que ama como a una novia. Ya no tiene edad para esas chiquilladas, pero por lo visto mi amigo nunca sentara cabeza.