Observad como se rodea de vigilancia y de baluarte a las doncellas. No tienen los conventos muros bastante altos; las madres, cerraduras bastante seguras; la religion, deberes bastante frecuentes para encerrar a todas esas encantadoras aves en su jaula, a la cual no se toma uno el trabajo de arrojar flores. Por su cuenta, ellas deben de desear ese mundo que se les oculta, deben de creerlo tentador, deben de escuchar la primera voz que a traves de los alambres viene a contarle sus secretos y de bendecir la mano primera que levanta una punta del velo misterioso.