Vio en los parpados del marido el destello de una lagrima, y un temblor le subio de las entranas. Esta vez no era la muerte sino la certidumbre ineludible de lo que tarde o temprano tenia que suceder. No se equivoco. El marques se levanto de la hamaca con sus ultimas fuerzas, se derrumbo frente a ella y se solto en un llanto aspero de viejo inservible. Bernarda capitulo por el fuego de las lagrimas de hombre que se escurrieron por sus ingles a traves de la seda. Confeso, con todo lo que odiaba a Sierva Maria, que era un alivio saber que estaba viva. 'Siempre he entendido todo, menos la muerte', dijo.