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Tan pronto como me tendi en la cama tome conciencia del silencio pavoroso de la queda. No puedo imaginarme otro silencio igual en el mundo. Un silencio que me oprimia el pecho, y seguia oprimiendo mas y mas, y no terminaba nunca. No habia un solo ruido en la vasta ciudad apagada. [...] Me levante agitado y me asome por la ventana, tratando de respirar el aire libre de la calle, tratando de ver la ciudad desierta pero real, y nunca la habia visto tan solitaria y triste desde que llegue por la primera vez en los dias inciertos de mi adolescencia.