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Para mi, el azul mediterraneo ya no es bonito. La transparencia de sus aguas, tan valorada por los veraneantes, es la misma que la de una piscina esteril. En sus playas hay pocos olores y pocas aves, y sus profundidades van camino de vaciarse; gran parte del pescado que ahora se consume en Europa procede ilegalmente, sin que nadie indague mucho, del oceano del oeste de Africa. Miro el azul y no veo un mar, sino una postal, fina como un papel.