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A los que Crowley no podia soportar era a esos que se llamaban a si mismos satanicos. No solo por lo que hacian, sino por la mania que tenian de achacarselo todo al Infierno. Se les ocurria alguna idea vomitiva que no se le pasaria a un demonio por la cabeza ni en un millon de anos, alguna atrocidad oscura y descerebrada que solo una mente humana hecha y derecha podria concebir, y luego gritaban: <>, y se quedaban con los jueces cuando lo cierto es que el Diablo nunca empujaba a nadie a nada. No le hacia falta. Y eso a los humanos les costaba entenderlo. El Infierno no era ningun gran deposito de mal, no mas de lo que, segun Crowley, el Cielo era una fuente de bien; eran solo bandos en una gran partida cosmica de ajedrez. Y era en la mente humana donde se hallaba la verdadera fuente de la bondad verdadera y de la verdadera maldad de infarto.