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Cambia mucho las cosas, en tal sentido, recorrer la Mancha con el Quijote en las manos, visitar Palermo habiendo leido El Gatopardo, pasear por Buenos Aires con Borges o Bioy Casares en el recuerdo, o caminar por Hisarlik sabiendo que alli hubo una ciudad llamada Troya, y que los zapatos del viajero llevan el mismo polvo por el que Aquiles arrastro el cadaver de Hector atado a su carro.