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De manera que estoy sola, y me gusta. Despues de tantos anos de convivir con Ramon recupero mi casa con la misma avidez con la que un pais colonial se independiza del imperio. Ahora soy princesa de mi sala, la reina de mi dormitorio y la emperatriz de mis horas. Dejo los discos compactos todos desordenados, leo hasta las cinco de la madrugada y como cuando tengo hambre. Convivir es ceder. Es negociar con otro, pagando siempre un precio, los minutos y los rincones de tu vida. Esa entrega de tus derechos cotidianos se hacen por supuesto a cambio de algo: cobijo, carino, compania, sexo, diversion, complicidad. Pero cuando la pareja se deteriora el negocio de la convivencia empieza a ser ruinoso. Al final de mi vida con Ramon ya no nos dabamos nada el uno al otro. Una pareja aburrida es como una posada incomoda con demasiados huespedes. Sin embargo, estoy dispuesta a probar en otra posada. Pero con tranquilidad, sin emborracharme de fantasias; digamos que, despues de haberme dejado las pestanas buscando inutilmente al Hombre Ideal, empiezo a sospechar que es mas grato y mas conveniente encontrar a un buen hombre cualquiera.