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Pero Aiden era un maldito pura-sangre. Un maldito pura-sangre con unos dedos maravillosamente fuertes y una sonrisa que... bueno, me hacia sentir como si tuviese un nido de mariposas en el estomago. Y la forma en que me miraba --como sus ojos cambiaban de gris a plateado en un segundo-- me seguia emocionando todavia. Mi estupido corazon me saltaba en el pecho.